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Colombia antes de la independencia – notas de lectura (página 2)



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Tras la conquista del siglo XVI, la Nueva Granada se
hizo famosa por su oro, y la minería del oro siguió
teniendo vital importancia en la relación colonial a lo
largo de los siglos de gobierno español. En la medida en
que tanto el comercio exterior como los mercados
domésticos dependían de la producción de
oro, el desarrollo del sector minero es a todas luces un tema de
la mayor importancia en la historia económica de la Nueva
Granada durante el siglo XVIII. En términos de escala,
organización y tecnología, así como el
dinamismo económico que generaba, la minería del
oro en la Nueva Granada comparada con las minerías de
México o del Perú contemporáneos, a duras
penas merece el nombre de industria.

Prácticamente todo el oro extraído en el
siglo XVIII en la Nueva Granada se encontraba en áreas de
difícil acceso, en medio de bosques húmedos
tropicales de tierras bajas o en apartadas zonas
montañosas. El trabajo era de alta intensidad laboral y
empleaba una tecnología sencilla: lavaderos, cavar grandes
hoyos y el canalón que dependía de un importante
suministro de agua.

A diferencia de México y del Perú, las
minas de veta eran muy escasas en la Mueva Granada. Aunque
después de la conquista, los españoles que
explotaron las vetas de Buriticá, Anserma y Remedios
mejoraron las técnicas indígenas de cavar tajos
abiertos o hacer socavones de tiros inclinados y de triturar el
oro a mano en molinos de piedra; la minería de veta no
avanzó mucho.

Las minas de aluvión que producían la
mayor parte del oro de la Nueva Granada utilizaban dos clases de
mano de obra: la de los esclavos y la de los productores
independientes, o mazamorreros. Una vez retiradas de la tierra,
las menas recibían escaso procesamiento adicional.
Según la ley, todo el oro debía ser llevado a la
fundición real, donde era ensayado, fundido en lingotes y
gravado por la corona.

A pesar de su rusticidad[9]la
minería era un elemento vital en la vida económica
de la Nueva Granada y, en cuanto polo de desarrollo, el
resurgimiento de la explotación del oro a lo largo del
siglo XVIII tuvo importantes implicaciones tanto para la
economía de la región como para sus relaciones con
España.

  • La expansión de las fronteras
    mineras

El renacimiento de la minería neogranadina
empezó a fines del siglo XVII, al abrirse nuevas fronteras
de aluviones auríferos en dos regiones: tierras bajas del
Pacífico y en la Cordillera Central de Antioquia. Los
campos mineros de las tierras bajas del Pacífico se
comenzaron a explotar a fines del siglo XVI, en los alrededores
de Novita y de Toro, y para la década de 1580 el
Chocó había adquirido la importancia suficiente
para ser constituidos como provincia separada. El impulso para
recapturar y expandir la frontera minera del Chocó
había provenido de la provincia de Popayán, donde
influyentes vecinos de varias ciudades lograron aprobación
oficial para varias expediciones de sometimiento de los indios y
para el establecimiento de minas.

El aumento de la oferta[10]de esclavos
negros facilitó el crecimiento de la actividad minera
durante la primera mitad del siglo XVIII en las tierras bajas del
Pacífico. En cuanto a Antioquia, la ampliación de
la frontera minera dependió en gran parte del trabajo
independiente y tuvo que ver con el aumento natural de la
población.

A finales del siglo XVII, la sociedad antioqueña
empezó gradualmente a reagruparse en nuevas áreas
de colonización y, con la recuperación
demográfica y los nuevos asentamientos internos, sus
habitantes comenzaron a reabrir la frontera minera. Las
comunicaciones con las provincias vecinas eran aún
más difíciles y, a causa de las escasas salidas
para el cacao, el tabaco, el algodón, el trigo y otros
productores que se cultivaban en Antioquia, la búsqueda
del oro era la mejor oportunidad para obtener dinero y bienes
importados.

Parece entonces que Antioquia tenía una
considerable población campesina obligada a dedicarse a la
minería por falta de tierra, siendo así el
fundamento de una economía productora de oro basada
más en el trabajo independiente que en la esclavitud. Si
bien este fue el aspecto principal en la primera mitad del siglo
XVIII, en la segunda mitad del siglo también hubo muestras
de un aumento en la inversión de
esclavos[11]Hasta llegar a niveles de
producción de oro sin precedentes en la década de
1780, mediante el uso de la técnica del canalón y
la explotación del trabajo forzado.

  • La producción de oro durante el siglo
    XVIII

Es claro que existió un auge de la minería
colombiana durante el siglo XVIII, pero es imposible un
cálculo preciso. Los datos de la
época[12]nos permiten señalar el
valor del oro que ingresaba a los canales oficiales, ya fuese
para el pago del quinto (la regalía real), la
fundición para hacer lingotes (en las casas de
fundición reales), o la amonedación en las casas de
moneda. Sin embargo, como los mineros y los comerciantes a menudo
eludían estos canales oficiales, las estadísticas
de los quintos, la fundición y la amonedación
invariablemente subestiman el valor del oro que se extraía
en realidad. Estos datos nada nos dicen sobre el oro que
circulaba ilegalmente, y muestran sólo los pagos de
quintos en las cuatro tesorerías de las principales zonas
de producción (Popayán, Barbacoas, Chocó y
Antioquia), no todas las cuales tienen datos completos sobre el
producto de estos impuestos a lo largo del siglo.

Los quintos sugieren que el promedio anual, entre 1715 y
1719, las minas de oro de la Nueva Granada produjeron oro por
valor de cerca de medio millón de pesos en plata.
Igualmente indican que el crecimiento hasta la década de
1740 se dio gracias a las minas en Popayán y Chocó,
con su respectiva fase de declinación en las
décadas de 1760 y 1770. En cuanto a Antioquia el
crecimiento fue en la segunda mitad del siglo gracias a sus minas
de aluvión en las tierras altas de la Cordillera
Central.

Aunque no todo el oro era acuñado, se puede
asumir una proporción entre este y el producido. Hasta
1750 toda la acuñación se hacía en la casa
de la Moneda de Bogotá, los datos sugieren un crecimiento
constante. Entre 1758 y 1763 se da una reducción en la
moneda acuñada debido al desvió hacía la
nueva casa de moneda de Popayán después del
dilatado proceso, dada la oposición los concesionarios
monopólicos de Bogotá, de la solicitud del cabildo
a la corona en 1720 para 1800 la casa de Bogotá produjo
casi medio millón de pesos (en 1700 el valor fue
sólo de 167.000) y la de Popayán cerca de un
millón más. A la sazón, los quintos muestran
un crecimiento del acuñamiento a lo largo del siglo, con
un crecimiento rápido en algunas
décadas.

Datos específicos de las regiones mineras
confirman las tendencias generales de la dimensión y la
distribución regional de la producción de
oro[13]Al comparar los datos de la
producción de oro neogranadina con los datos sobre el oro
de sus colonias importado a España, parece probable que en
la última década del siglo la producción de
oro de la Nueva Granada tuviera un valor cercano a la mitad del
valor del metal que ingresó a puertos
españoles.

Finalmente debe anotarse que el renacimiento de la
extracción del oro, en las últimas décadas
del siglo XVIII, no sólo revivió el interés
de la metrópoli en la Nueva Granada, sino que el aumento
de la producción del metal, al estimular el comercio
interregional de productos domésticos, también
contribuyo en forma importante al afianzamiento del gobierno
colonial con el incremento de los ingresos por los impuestos a la
producción, el consumo y el comercio. Es decir, no fue el
gobierno de los Borbones el que estimuló el desarrollo de
la minería, sino que sucedió lo
contrario.

  • Las regiones mineras y el comercio del
    oro.

Las regiones mineras mismas eran por lo general pobres y
no mostraban ni la menor señal de la riqueza que
producían. Cualesquiera que fuesen las ganancias de sus
empresas, los mineros de Popayán y Cali ciertamente no las
invertían en las zonas mineras, sino que las llevaban al
valle del Cauca, donde valiéndose de esclavos que pasaban
de la minería a la agricultura podían apoyar
empresas familiares basadas en las grandes haciendas. Otra parte
de las ganancias caía en manos de los
comerciantes.

Los mineros de los yacimientos auríferos de
frontera, liberándose de la obligación de entregar
el oro a las fundiciones y obviamente de pagar el quinto real,
cambiaban el polvo de oro por provisiones de comida, aguardiente,
tabaco, metal para herramientas y manufacturas llevadas por los
rescatadores, quienes lo entregaban a mayoristas. Los
comerciantes dispuestos a enfrentar las dificultades del trueque
con las regiones mineras sólo proporcionaban
pequeñas cantidades de artículos a altos precios, y
obligaban a los mineros a aceptar términos onerosos, sobre
todo si dependían del crédito.

Dada la desaparición de la población
indígena, la región de Antioquia quedo marginada
durante mucho tiempo de la economía colonial, y su
desarrollo en el siglo XVIII tuvo que partir de una
pequeña base demográfica concentrada en la
minería. La diferencia con las otras regiones es que la
actividad económica fue controlada desde un principio por
habitantes locales que reinvirtieron para el floreciente
desarrollo futuro de la región.

Los comerciantes a veces formaban sociedades con los
mineros, pero por lo general evitaban comprometerse directamente
en la producción. En ocasiones los mineros hacían
sus compras directamente a mayoristas de Cali; pero el
procedimiento más común era la
intermediación de pequeños comerciantes, quienes
una vez intercambiado el metal lo utilizaban para transacciones
comerciales en las ciudades, incluso Cartagena.

  • La minería del oro y la economía de
    la Nueva Granada

Antes de que el oro saliera del país, irrigaba y
estimulaba la economía de las regiones adyacentes,
generando un comercio de productos agrícolas y otros, y
ampliando así los mercados de las regiones agrarias.
Pruebas de los efectos estimulantes del renacimiento minero se
encuentra en el desarrollo en las ciudades de Popayán y
Bogotá, el cuál, a juzgar por los ingresos de los
impuestos de venta[14]mostró una
sólida tendencia a la expansión, sobre todo en la
última mitad del siglo.

En Popayán los efectos económicos fueron
más obvios en la ciudad sobre todo después de que
empezara a funcionar la casa de la moneda a mediados del siglo.
Librando a los mineros de su dependencia de los comerciantes de
Bogotá, haciendo más prospera la ciudad muestra de
ello es el aumento del comercio con Quito, atrayendo la
migración de España. Llevando a que la corona
estableciera en Popayán una delegación mercantil de
igual categoría que las de Bogotá y
Quito.

De la misma manera el comercio de Antioquia mostraba
para entonces una tendencia similar a crecer
vigorosamente[15]Y como la mayor parte se
hacía a través de Bogotá de bienes
producidos en la Nueva Granada[16]la
minería antioqueña contribuyó a la
activación de la economía del centro del
virreinato.

  • Conclusión del capítulo
    3

No se debe, sin embargo, exagerar la influencia
económica del sector minero, porque ciertamente no
transformó la economía de la Nueva Granada. Dentro
del gran territorio que se extendía de los llanos y selva
de las tierras bajas tropicales y a lo largo del terreno quebrado
de las cordilleras andinas, la posibilidad de un crecimiento
económico siguió siendo muy limitada a causa de la
dispersión y pequeña escala de la
colonización, las dificultades para el transporte interno
y el carácter aislado y de baja productividad de la
minería. Estos factores fueron constantes durante el siglo
XVIII e impidieron la integración económica
regional, dejando a la Nueva granada como una economía
esencialmente subdesarrollada. El resurgimiento de la
minería, no obstante, contribuyó en algo al cambio
de las condiciones que habían colocado a la región
al margen del imperio español a fines del siglo XVII y
durante el XVIII. Pues al estimular los circuitos de comercio
interno, suministrar los medios para comprar más
importaciones europeas y dar al gobierno la oportunidad de elevar
y gastar más ingresos, la minería del oro
sería la base de una revitalización del gobierno
español en la Nueva Granada, así como de su
comercio con la península.

Parte
II
[17]

La
economía del colonialismo borbón: la Nueva Granada
y la economía atlántica

  • La Nueva Granada y el sistema
    mercantil español, 1700-1778

El siglo XVIII presenció importantes cambios en
las relaciones entre España y sus colonias. Mediante
reformas políticas, militares y económicas la nueva
dinastía en el trono español intento contrarrestar
el proceso de decadencia al parecer inexorable que había
afectado a España durante el siglo XVII. A principios del
siglo la Nueva Granada sintió las repercusiones de los
cambios en el centro de la metrópoli cunado su comercio y
su administración se vieron afectados por los primeros
esfuerzos de Madrid tendientes a recuperar el control de los
recursos de su imperio.

El punto de partida de este análisis es el
comienzo del siglo, la época de la transición del
gobierno de los Habsburgos al de los Borbones, cuando la crisis
del imperio coincidió con el virtual colapso del sistema
comercial atlántico que vinculaba las economías
coloniales a la madre patria.

  • La Nueva Granada y el sistema
    comercial español

Durante todo el periodo colonial, el comercio del Nuevo
Reino fue un monopolio formal de España, reglamentado por
el código legislativo mercantilista que aparaba el
intercambio con las Américas: todo el comercio se
canalizó a través de un único puerto de
ingreso, Sevilla hasta 1717 y luego Cadiz; todo el intercambio
fue organizado por el gremio mercantil de los Cargadores de
Indias junto con la Casa de la Contratación; el comercio
se llevaba a cabo en comboyes armados "flotas" y "galeones de
tierra firme".

La Nueva Granada estaba directamente integrada a este
sistema comercial gracias a sus minas de oro y a la
magnífica bahía natural de Cartagena, puerto que
había convertido en un centro principal del comercio
español a fines del siglo XVI y principios del
XVII[18]Los cargamento más valiosos
llevados a las Indias consistían en reexportaciones
foráneas, y la mayor parte de los caudales por los que
eran intercambiados iba por lo tanto a manos de extranjeros, lo
que dejaba muy poco para los productores españoles o para
el Estado, constantemente defraudado.

A la muerte de Carlos II las colonias americanas no
dependían de la metrópoli; durante la Guerra de
Sucesión el sistema de flotas trasatlanticas cesó
virtualmente y la creciente separación entre las
economías coloniales y la metropolitana se
convirtió en un hecho. De un lado los mercaderes
franceses, aprovechando la alianza de Luis XIV con la
España borbónica, organizaron el tráfico
desde sus puertos, en particular al virreinato del Perú.
Del otro los comerciantes ingleses y holandeses montaron un
productivo comercio de contrabando desde sus bases mercantiles en
el Caribe.

Tal fue la escala de penetración económica
extranjera y tan serias las pérdidas tanto para los
comerciantes españoles como para el Estado
borbónico, que los ministros de Felipe V pensaron en
cambiar todo el sistema de comercio colonial.

  • El comercio durante y después de la Guerra
    de Sucesión española, 1700 –
    1720

 

 

Autor:

Wilson Quijano Salamanca

 

[1] Anthony McFarlane. Banco de la
República- El Áncora Editores. Bogotá,
1997

[2] El término Nueva Granda sigue la
práctica común, se refiere sólo al
territorio de la moderna Colombia.

[3] Aceptando que dicha categoría
pudiese ser aplicada a las sociedades precolombinas.

[4] En esta primera parte el autor traza los
rasgos sobresalientes de la sociedad, la economía, y
rastrea las tendencias principales en lo demográfico y
el desarrollo económico; antes de examinar el impacto
del imperialismo borbón.

[5] [Apéndice A] Trae el cuadro 2 con
los datos precisos y porcentajes especificados.

[6] [pagina 95] Estructura ocupacional de
Santa fe de Bogotá en 1783, Tabla.

[7] [pag 112-113] Hace referencia a informes
de administradores de propiedades ex jesuitas en la
década de 1770.

[8] Conocidos como
“montañeses” por no tener casa en la ciudad.
Constituían un grupo social intermedio que buscaba sus
líderes en los grandes propietarios de tierra.

[9] La extracción del oro no generaba
las grandes empresas basadas en grandes inversiones y en un
protoproletariado sustancial característicos de la
minería de plata de otras colonias, y la
refinación no implicaba una tecnología compleja o
costosa.

[10] La Compañía Francesa de
Guinea, durante la Guerra de Sucesión española,
importó cerca de 4.250 esclavos entre 1703 y 1714; y
después de la guerra, la English South Sea Company trajo
a Cartagena 10.300 esclavos entre 1714 y 1736; y otros
concesionarios españoles con el monopolio, importaron
13.000 entre 1746 y 1757.

[11] De 900 esclavos en 1750, aumentó
hasta entre 9.000 y 13.500 en 1778.

[12] [pag 131] Producción de oro en
las regiones mineras de la Nueva Granada, de acuerdo a los
quintos, 1700-1799.

[13] [pag. 137-140] Apoyándose en los
estudios de William Sharp muestran la cronología de la
producción en el Chocó; y en los de José
Orlando Melo para Popayán y Antioquia. Incluye algunas
gráficas.

[14] [pag. 147-148] El valor promedio anual
de las alcabalas fue de 6.000 pesos entre 1700 y 1704,
permaneció igual entre 1720 y 1724, con un ligero
crecimiento a 8.000 pesos para 1740 – 1745; una
súbita alza a 28.600 entre 1756 y 1760, hasta llegar a
promedios superiores a los 100.000 pesos entre 1805 y 1808. Un
comportamiento similar para la jurisdicción de
Popayán.

[15] [pag 150] Antes de 1750 las
importaciones llegaban a los 40.000 patacones; en 1760 se
duplico; nuevamente se duplico en 1770; llegando a cerca de un
millón entre 1780 y 1810.

[16] [pag 150] En particular textiles crudos
fabricados en la región del Socorro.

[17] En esta tercera parte el autor examina
las etapas principales en la evolución de las
políticas administrativas y fiscales españolas
durante el siglo XVIII.

[18] [pag 157] Por Cartagena ingresaban
diversos artículos europeos, incluyendo materias primas
esenciales como el hierro y el acero, una amplia gama de
textiles y muchos productos agrícolas como el vino, el
aceite de oliva y las especias. A cambio, el Nuevo Reino
proporcionaba oro acuñado en joyas, en láminas o
(ilegalmente) en polvo; también exportaba en parte a
España y en parte a otras colonias, como Cuba o
México, pequeñas cantidades de productos
exóticos tropicales, tales como el cacao.

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